A conquistar la Luna

Un hombre mira la luna mientras sostiene en sus manos un muñeco ventrílocuo. En un solo día de 1980 el peso de sus malas decisiones cayó con fuerza. Se sentía un fracasado.

Sin idea de su futuro, solo queda hipnotizado por el brillante astro, hasta que, una idea golpea su mente. A la mañana siguiente se presenta en la oficina de patentes y pide un formato para hacer suya la luna. El de la ventanilla, un poco apurado porque ya casi van a cerrar y acostumbrado a locuras como esa, le da el formato. Entusiasmado, el joven lo llena lo más rápido y lo entrega impaciente, no sea que alguien más le robe la idea si se demora.

Tiempo después le llega la confirmación de que su idea ya estaba registrada e investiga que el Tratado Sobre el Espacio Ultraterrestre indica en el artículo II que:

“El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera.”

Entonces redacta una carta a la ONU explicando que esa ley no aplica para personas, pues claramente habla solo de naciones. Por lo tanto, reclama la Luna como de su propiedad. También manda cartas similares a los gobiernos de Estados Unidos y Rusia.

Ante la nula respuesta, está convencido de que no encontraron elementos legales para impedirle su conquista, así que empieza a vender parcelas del espacio a todo el que quiera.

Han pasado 40 años y miles de personas han comprado terrenos en la Luna y Marte. Incluso presidentes o cadenas hoteleras tienen propiedades solo por si acaso. Y aunque es millonario, su reputación ha sido de un charlatán que vende papelitos con caligrafía y marcos dorados. O eso se creía hasta hace unas pocas semanas cuando Elon Musk realizó un viaje al espacio prometiendo su conquista.

Este hombre millonario es Dennis M. Hope, antes un ventrílocuo frustrado. Se convirtió de un charlatán a un visionario porque una noche tuvo la certera creencia que el hombre conquistaría planetas y que, a pesar de toda crítica, él sería parte de esa aventura.

La esperanza hacia las promesas de Dios puede ser locura para algunos. Pero, para un cristiano, es la convicción que los llevará a hacer grandes cosas aquí en la tierra y nos guía a vivir más allá del universo.