
Un domingo en la tarde Juan había tomado mucho y se puso enfrente de una iglesia a gritar maldiciones. Tanto era su odio que aventó con fuerza su botella vacía a la puerta, rompiéndola. Entonces, un joven, en sus treintas, de pelo largo y barba se asomó por una de las ventanas. Asustado, Juan trató de huir, pero al ver que el joven traía una escoba pensó que quería pelea y regresó a enfrentarlo.
El joven solo empezó a barrer los vidrios rotos. Juan se paró enfrente de él y le dijo: – Todos los cristianos son basura cómo lo que recoges, no he conocido alguien que valga la pena y aun así ¿Quieren que sea uno de ello? ¡No gracias!
El joven, que en ese momento veía hacia abajo para recoger los vidrios, volteó a verlo con mirada tranquila para contestarle – Siento mucho que se haya encontrado con este tipo de personas y piense así- Terminó de recoger los vidrios y señaló el pecho de Juan – Que bonito escudo tienes allí ¿De qué es? – preguntó.
Sorprendido le dice:
-Es del mejor equipo de futbol del mundo.
-Yo he tratado de que ver el futbol, pero hay cosas que hacen que no me agrade.
Juan no podía creer lo que oía y rápidamente gritó: – ¡Qué estupidez! Haber dime que no te agrada-
-Pues existe mucha corrupción o hay personas que no están allí por convicción sino por que sus familiares así los criaron o solo quieren pertenecer a algo. También están los que golpean y destruyen en nombre de su equipo o los jugadores que solo están allí por el cheque, pero no hay corazón.
– Tienes razón, pero también hay personas, cómo yo, que amos el juego y lo que significa para nosotros. Que nos apasiona y no somos así. Te estás perdiendo algo hermoso.
-Entonces ¿Me estás diciendo que desperdicio algo muy bueno solo por ver a las personas incorrectas?
-Así es
– ¿Entonces por qué tú haces lo mismo con el cristianismo si es igual?
Juan se quedó Helado y volteó hacia arriba para pensar que contestar. Al regresar la mirada ya no estaba su compañero de platica. Enojado, porque lo dejó con la palabra en la boca, entró a la iglesia, pero no había nadie, solo en el fondo observó una pintura con la cara con quien había platicado, con ropas antiguas, enseñando a otros.