Superpoderes

Laura y Carlos son dos de los seres de este mundo con apenas 6 y 8 años. Lo más natural para ellos es volar de un lugar a otro sin necesidad de aviones o alas; solo extienden sus brazos y se mueven de un lugar a otro como más les plazca.  

Otro de sus muchos poderes es hacer que las montañas crezcan o se achiquen con un simple movimiento de manos. Como si fueran directores de orquesta. La creación de selvas y lagos son cosas de todos los días hasta el punto tal que un día un pingüino fue visto tomando el sol mientras estaba a la orilla de la playa. Todo gracias a ellos. 

Después de todas estas aventuras se ponen a descansar un poco y se recuestan en el pasto recién creado por ellos, ven al cielo, observan las diferentes formas que se crean en las nubes y les dan vida. Laura señaló un pequeño montón de nubes y, sin mirar a Carlos, le dice: —¡Mira Carlos! ¡Esa de allí parece un unicornio alado de 3 patas!—. Terminando de decir esto la nube se endurece cada vez más hasta transformarse en ese unicornio que cabalga y vuela por todo el campo. 

Carlos se levanta un poco para ver lo que ha creado su hermana, se deja caer de nuevo y dice: — ¡Qué aburrida eres! Siempre creas unicornios o pegasos o conejos vomitando arcoíris. No sabes jugar. Mira allá. Levanta su mano y con el dedo índice señala unas nubes muy grandes.  —Ese de allá es un tanque con llantas de bicicleta y el cañón es una cabeza de pato que le salen huevos de su boca.

La nube señalada empieza a ennegrecer. Rayos salen de su interior y después se forma el tanque mencionado y cae hacia la tierra. El impacto hace un pequeño temblor que asusta al unicornio y después sale espantado. El tanque detecta el movimiento y empieza a perseguirlo. Con cada “Cuack” que sale de la boca un huevo bala ataca al alado animal mientras lo esquiva despavorido. 

La nube señalada empieza a ennegrecer. Rayos salen de su interior y después se forma el tanque mencionado y cae hacia la tierra. El impacto hace un pequeño temblor que asusta al unicornio y después sale espantado. El tanque detecta el movimiento y empieza a perseguirlo. Con cada “Cuack” que sale de la boca un huevo bala ataca al alado animal mientras lo esquiva despavorido. 

—Tu cosa fea está atacando a mi unicornio, no es justo. 

—Pues tú tienes la culpa por crear cosas tan tontas que no saben pelear. 

—¿Aaah, sí? Pues vas a ver.    

Laura empieza a buscar otra nube y encuentra una cerca del sol, la señala, empieza a brillar y de una explosión sale un gigantesco dragón de 3 cabezas, cada una de ellas con cara de conejo. Las tres cabezas voltean a ver por todos lados hasta que localizan al tanque pato y vuela directo hacia él.  

El unicornio está acorralado por el tanque y la boca del pato le apunta directo en la cabeza. Y justo cuando un huevo bala iba a salir de su boca, el dragón conejo de tres cabezas abre sus bocas y salen disparados crayones de colores que dañan al pato tanque y explota.  

 —Eso no es justo. Se escucha mientras Carlos se levanta del pasto y mira a su hermana. Ella también se levanta y le saca la lengua. Eso era una declaración de guerra. 

Los dos empiezan a nombrar todas las nubes que pudieron y del cielo caían jets con brazos y piernas, gatitos mosqueteros con espadas de caramelo, mocos vivientes que se arrastraban evaporando todo a su paso, osos gigantes de peluche con hachas de tazas de té, murciélagos con ametralladoras en los colmillos, bombones gigantes con cañones que disparaban hámsters ninjas y muchos más. 

Pasaron las horas y, después de un día nublado, el cielo ya está completamente despejado. No queda más material para hacer sus soldados. Y en la tierra, el campo de batalla está dividido en dos partes.  

Por un lado, esta Laura montada en su unicornio volador, portando una espada de cristal dirigiendo a su ejército de animalitos armados, seres mitológicos con armas encantadas y ángeles con arcos de cupido. 

En el otro lado, Carlos está arriba de otro pato tanque, se pone su casco y da la señal de avance. Su ejército es una mescolanza de motores, zombis, armas de fuego, animales feroces y fuego. 

Poco a poco cada uno se acerca y los dos hermanos gritan al mismo tiempo: “¡Al ataque!”  Empieza la batalla y no parece que vaya a haber un ganador. Solo quedan pedazos de chatarra y relleno de peluches por todos lados, quedando de pie solo Carlos y Laura. Los dos peleando con sus espadas, se disponían a dar su último golpe con todas sus fuerzas, hasta que una luz directa en ellos los deslumbró. Los dos caen rendidos, pero riendo. 

—¡Niños, a comer!—. Les grita la luz. 

—Ya vamos mamá—. Contestan. 

Y todo a su alrededor empieza a cambiar. Las montañas se convierten en cobijas en el suelo. Sus guerreros caídos se convierten en juguetes dispersos por todos lados y el campo de batalla en el patio de una casa. 

Los dos se levantan, se sacuden la tierra y se dirigen a la puerta de la entrada.  

—¿Crees que otra vez nos den brócoli o hígado?—. Pregunta Laura mientras saca la lengua como con asco. 

—Espero que no—. Contesta Carlos un poco desanimado. 

—¿Y podremos convertirlos en pizza o hamburguesas?—.   Dice Laura entusiasmada. 

—No veo por qué no intentarlo—. Contesta Carlos, mientras entran y cierra la puerta de su mundo.