Aprender de las heridas 

Qué blanda es la realidad y qué frágil es lo que llamamos normalidad. Un instante, un momento desafortunado puede romper la quietud de una vida monótona. Las quejas que existían en esa quietud son tonterías y agradeceríamos volver a esas incomodidades, que en estos momentos no significan nada ante el gigante que nos planta cara. 

Vemos en retrospectiva pequeños indicios de la desgracia que ahora vivimos y que ignoramos. “No fue nuestra culpa”, nos repetimos. “Nadie lo podría haber visto”, nos consolamos. Pero al final, agradeceríamos que esta información extra que tenemos para evitar desgracias pudiera pasar a nuestro yo del pasado y evitar todo este infierno. Sabemos que eso no va a pasar y seguimos. Tratamos de aprender de estas heridas que siguen sangrando. Dudamos de nuestras capacidades. Caemos, lloramos, nos mordemos los labios y seguimos adelante, o al menos lo intentamos. 

En los momentos en que sentíamos que todo estaba mal, nos quejábamos porque no veíamos ayuda y renegábamos de los demás sin darnos cuenta de que no era tan grave, solo dedicándonos a lamernos las heridas. Pero ahora, cuando estamos realmente abajo, cuando somos el temor reflejado de otras personas, el sueño inquieto que les encrespa la piel por las noches a los que oyen nuestra historia, la bondad llueve del cielo. Las palabras de aliento son el bálsamo que esperamos en nuestro corazón. Las amistades y el amor nos ayudan a pasar este tiempo oscuro como una luz que nos guía en el camino de esta oscura cueva. 

No merecemos tanto cariño. Tal vez ayudamos en ocasiones a personas, pero nunca pensamos que regresaríamos llenos de tanto amor y con tanta abundancia… nos dejan sin palabras. 

Sabemos que en algún momento esto pasará, para bien o para mal. Queremos aprender de todo esto. Sacar enseñanzas, ver qué cambios podemos hacer en nuestras vidas. Pero el hecho está en que, aun con todo lo bueno que viene de esto, de las pequeñas victorias que han surgido, estamos en un constante miedo a que sea peor lo que viene, a que nunca termine este sufrimiento, a que se pueda repetir o que esto sea solo un pequeño sufrimiento del que vendrá más adelante.